Actualmente mi libro de cabecera es Electronic Brains: Stories from the Dawn of the Computer Age, por Mike Hally. Aunque es fascinante leer sobre la época de los pioneros en el campo de la computación (y descubrir joyas como que la primera persona en idear y construir un compilador fue una mujer, Grace Hopper, o aprender sobre el ordenador más loco jamás concebido, el MONIAC o Monetary National Income Analogue Computer, un dispositivo hidráulico que modela sistemas económicos à la Keynes ¡y que sustituye complejos cálculos por flujos de agua, que siguen las mismas ecuaciones!), lo interesante del libro es cómo se gestó y cómo llegó a mis manos. Todo esto con una morriña aguda de la pérfida Albión. Aunque hay muchas cosas con las que no estoy de acuerdo, ¡hay tantas otras que echar de menos de allá!
Una de ellas, la BBC. Corporación radiotelevisiva con unos objetivos claramente especificados de proporcionar servicio al pueblo británico y promocionar la nación y sus productos en el mundo que tiene un talento especial en generar programas de altísima calidad. La joya de la corona, para mí, son los programas de Radio 4, y para muestra un botón: Electronic Brains, precisamente (están disponibles en su página Web).
Un programa así en cualquier cadena de radio española es un sueño guajiro.
Además, al productor del programa le supo mal que se desperdiciara todo el material recopilado pero descartado por obvios motivos de extensión. Ni corto ni perezoso se puso a escribir el libro que ahora mismo está en la mesita de al lado de mi cama.
La cosa no acaba ahí. Hace apenas unas semanas, de vuelta en UK, pasamos por la biblioteca de nuestro ex-pueblo. En las bibliotecas inglesas hay una constante renovación del acervo bibliográfico y los libros descartados se ponen a la venta a unos precios simbólicos. Y es que por aquellos pagos no predomina esa idea de «mejor lo tiro a la basura que bajarle el precio», antes el orgullo que el comercio, tan propia de la piel de toro. En resumen: por mi copia de «Electronic Brains» pagué menos de una libra esterlina. Acceso (semi) gratuito a la cultura incluso en zonas deprimidas. ¡Qué envidia!
Y eso que la primavera es la mejor estación en Barcelona. Cuando apriete el calor echaré a faltar mucho más ese «green and pleasant land» 🙁