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Monitorización de uso de redes inalámbricas en lugares públicos… ¡a las malas o bien hecho!

Imágenes de Singapur
Imágenes de Singapur (Wikimedia Commons)

A través del twitter de Félix Haro llego a una noticia de The Times donde se informa que el gobierno chino ha obligado, so pena de cerrar el chiringuito, a que los bares y cafeterías que ofrecen servicio de Wifi a sus clientes instalen un software que monitorice el historial de navegación de estos últimos. Debido a una mezcla de principios («no participaré en este plan orwelliano», dice un barista) y de tema económico (el software no es gratis ni barato), muchos establecimientos están optando por «desenchufar sus routers». Los internautas chinos amantes de su capuccino no están muy contentos que digamos. La prensa internacional, cuyos reporteros están obviamente afectados por la medida, le da mucha visibilidad al asunto. Resumamos: Ciudadanos descontentos. Publicidad negativa. Derechos humanos y tal. Muy mal llevado.

Vayamos algo al sur y lleguemos a Singapur. Estado democrático, cómo no. Allá, si vas a cualquier Starbucks y les preguntas por qué su Wifi está caída, seguro que se te quedan mirando como si fueses un marciano (a mí me lo hicieron). Esto porque el gobierno ha puesto en marcha una red inalámbrica pública llamada Wireless@SG con una cobertura perfecta en cualquier centro comercial, o ya puestos, calle de la ultradesarrollada urbe. Para usar Wireless@SG solamente necesitas un móvil de Singapur (las tarjetas SIM son tan baratas, si no gratuitas, que eso no es problema), un dispositivo que pueda conectarse a Internet (obviamente), y cederle gustosamente al gobierno de Singapur un montón de información: nombre, apellidos, número de pasaporte, profesión, dirección en la ciudad-estado… y hala, ¡a navegar!

Obvio que el gobierno de Singapur sabe exactamente a dónde te estás conectando, ¡el router es suyo! Logran lo que quiere el gobierno chino (control total del internauta) pero que yo sepa, todavía no hay nadie que se haya quejado de que el gobierno de Singapur proporcione a turistas y locales por igual la posibilidad de conectarse a Internet gratis.

El control tiene un precio, ya sea social, político o económico. En Singapur lo saben, lo aceptan, lo pagan en dólares de Singapur… y todos tan contentos.

Al fin… lector con tinta electrónica a color

No es un secreto que estoy agobiada con tanto libro en casa. La solución la tengo clara desde hace mucho tiempo: solo mantener en las estanterías los libros que aportan valor al ser tangibles (esos tan bonitos de fotografía, los manuales de idiomas, otros materiales de referencia…) y el resto, digitalizados y al disco duro portátil y para leerlos, en el eBook. Todavía no he comprado dicho dispositivo. Mis requerimientos son claros: tiene que ser tinta electrónica (bastante miro la pantalla del ordenador para además dejarme los ojos con una pantalla retroiluminada) y que muestre color. El problema ha sido el nefasto iPad de Apple. Los desarrolladores de eBooks se han quedado congelados, como ciervos ante las luces de un coche, a la espera de la hecatombe predicha por los generadores de ruido y hype. Ni un euro (yen, dólar, yuan) en investigación y desarrollo hasta que pase la tormenta. Bien, afortunadamente alguien ha salido del sopor. La empresa china Hanvon acaba de presentar el primer eBook con tinta electrónica y a color. ¡A ver dónde consigo uno!

Las economías de escala no fallan: este será el año del RFID

Desde que conozco este tipo de tecnologías (y el primer proyecto relacionado en el que trabajé fue en 2003), los vendedores de soluciones RFID dicen lo mismo: este será el año del RFID. Y sí, poco a poco algunas implementaciones se hacen. Pero generalmente de forma medio escondida, o publicitándolas tras cambiarle el nombre al asunto («pago sin contacto» es un término menos utilizado en las campañas de concienciación pública de los peligros que el RFID entraña para la privacidad), sin que de modo aparente se introduzcan demasiado en nuestro día a día.

Ahora todo va a cambiar.

Si hay una cosa que me sorprendió en China, es la ubicuidad del RFID o «tarjeta sin contacto». Un par de ejemplos:

  • Hoteles de cualquier categoría y número de estrellas han sustituido las llaves metálicas e incluso las tarjetas magnéticas usadas en Europa por tarjetas RFID. Sirven tanto para abrir la puerta como para cerrar el circuito que suministra electricidad a la habitación. ¿Cuántos hoteles debe de haber en China? ¿Cuántas tarjetas se han comercializado? Esto son millones de unidades, una escala que abarata la producción, sin ninguna duda.
  • Las tarjetas de transporte con RFID son imprescindibles en las grandes ciudades. Pude verificarlo en Shanghai, Beijing (Pekín), Hong Kong y Guangzhou (Cantón), que es algo así como decir que el 50% de la población urbana china lleva una en su bolsillo ahora mismo. No solo se usan para pagar en unos sistemas de transporte público intermodales ejemplares, sino como tarjeta monedero en minisúpers (las cadenas que operan en Japón: 7Eleven, Watsons, etc.), para comprar refrescos en máquinas expendedoras en cualquier esquina, etc. Con esto no solo se impone la tarjeta que regala en bandeja de plata la traza de la ubicación de uno mismo en cada momento del día, sino que se dan pasos agigantados para la «abolición del dinero» en pequeñas transacciones (las que todavía no se realizaban con tarjeta de crédito o débito, las únicas que seguían siendo anónimas).

Ahora sí que sí. Hay implementaciones suficientes y a gran escala, hay experiencia suficiente, el perfil del integrador de soluciones RFID «se abarata», así como el precio de los tags RFID y de los lectores, es el caldo de cultivo ideal para que a partir de muy pronto tengamos «RFID hasta en la sopa«. Esto es imparable. Hoy más que nunca se impone exigir una legislación que minimice el impacto a nuestro derecho a la privacidad de este nuevo reguero de datos personales.