A través del twitter de Félix Haro llego a una noticia de The Times donde se informa que el gobierno chino ha obligado, so pena de cerrar el chiringuito, a que los bares y cafeterías que ofrecen servicio de Wifi a sus clientes instalen un software que monitorice el historial de navegación de estos últimos. Debido a una mezcla de principios («no participaré en este plan orwelliano», dice un barista) y de tema económico (el software no es gratis ni barato), muchos establecimientos están optando por «desenchufar sus routers». Los internautas chinos amantes de su capuccino no están muy contentos que digamos. La prensa internacional, cuyos reporteros están obviamente afectados por la medida, le da mucha visibilidad al asunto. Resumamos: Ciudadanos descontentos. Publicidad negativa. Derechos humanos y tal. Muy mal llevado.
Vayamos algo al sur y lleguemos a Singapur. Estado democrático, cómo no. Allá, si vas a cualquier Starbucks y les preguntas por qué su Wifi está caída, seguro que se te quedan mirando como si fueses un marciano (a mí me lo hicieron). Esto porque el gobierno ha puesto en marcha una red inalámbrica pública llamada Wireless@SG con una cobertura perfecta en cualquier centro comercial, o ya puestos, calle de la ultradesarrollada urbe. Para usar Wireless@SG solamente necesitas un móvil de Singapur (las tarjetas SIM son tan baratas, si no gratuitas, que eso no es problema), un dispositivo que pueda conectarse a Internet (obviamente), y cederle gustosamente al gobierno de Singapur un montón de información: nombre, apellidos, número de pasaporte, profesión, dirección en la ciudad-estado… y hala, ¡a navegar!
Obvio que el gobierno de Singapur sabe exactamente a dónde te estás conectando, ¡el router es suyo! Logran lo que quiere el gobierno chino (control total del internauta) pero que yo sepa, todavía no hay nadie que se haya quejado de que el gobierno de Singapur proporcione a turistas y locales por igual la posibilidad de conectarse a Internet gratis.
El control tiene un precio, ya sea social, político o económico. En Singapur lo saben, lo aceptan, lo pagan en dólares de Singapur… y todos tan contentos.