Hace unos días, alguien a quien seguía en el Google Reader compartió un post que linkaba a la «slide que le quitaba el sueño a Google» (si no doy crédito a esta persona es porque desde entonces Google ha eliminado la funcionalidad de compartir elementos de su Reader y no tengo manera de averiguar a quién debo el descubrimiento. ¡Una disculpa!). En ella se decía lo que no debería ser un secreto para nadie: que Facebook está acaparando el tiempo y la atención que los internautas dedican a Internet. Aquí hay un link a un post que comenta el estudio del que salió la información base para la slide de marras. En Brasil, el 18% del tiempo en Internet se dedica a Facebook. En el Reino Unido, es un 12%. Y el país con sesiones de Facebook más longevas es Singapur, con más de 30 minutos. La preocupación de Google es obvia: Facebook no es una página Web al uso, es estanca, y es en sus entrañas que sus spiders, monitorización, algoritmo y contratos de publicidad contextual se pierden irremediablemente. Un 18% de tiempo en Facebook significa un 18% menos de espacio abierto donde hacer dinero para Google. Y hay para preocuparse. Muchos pequeños negocios ya ni tienen página Web, o ésta se limita a una triste página estática con sus datos de contacto, y hacen su actividad online directamente en Facebook. Lo dicho: si se considera el dinero no ganado como ganado perdido, para Google, Facebook representa una sangría.
Normalmente no hablo de Facebook y los problemas de privacidad que se derivan por esta razón: si la gente decide donar a Mr Zuckerberg una cantidad ingente de información personal (fotos, contactos, ubicación, etc.), pues allá ellos, y honestamente, si Google deja de hacer dinero con su Google AdWords, me da absolutamente igual. Pero hay un área de Facebook mucho más oscura y preocupante. Han cruzado la frontera y ya se hacen notar allende sus muros.
Una de las maneras de sentir a Facebook fuera de Facebook es la multitud de servicios que integran funcionalidad social y para ello, en lugar de desarrollarla, deciden ir por el «best of breed» o «chico más listo de la clase»: Facebook (o Twitter). Si corres y usas RunKeeper, puedes darle a ese servicio tus datos de autenticación de Facebook y hacer que tus «logros atléticos» aparezcan en tu muro automáticamente. Lo mismo si estás cuidando lo que comes y usas The Eatery o MyFitnessPal. Y así en miles y miles de soluciones. Es una expansión de Facebook a otras áreas, pero no me resulta muy preocupante. «Santa Rita, Rita» sigue aplicando: es el usuario quien toma la decisión explícita de que su información en dichos servicios de ámbito más específico aparezca también en Facebook.
La vuelta de tuerca viene a través de Facebook Connect. Facebook muestra músculo y ofrece su sistema de autenticación (validación de usuario) a otros servicios. Esto de autenticar usuarios, cuando se trata de millones de ellos y con picos de actividad muy alta, no es algo tan sencillo como pareciere. No es tener una tablita de «usernames y passwords» y un script que compare éstos con lo que el usuario escribe en la ventanita de login. Facebook tiene un sistema a prueba de bombas y con su inciativa «Facebook Connect» brinda a otras empresas que lo usen para el proceso de validación de usuario. Un ejemplo muy notorio: Spotify (desde hace algunos meses, solamente puedes darte de alta en el servicio usando cuenta de Facebook; no se sabe cuánto tardarán en hacer esto obligatorio para las cuentas antiguas). ¿Implicación de esto? Pues que personas que tengan cero interés en exponer su vida en la galería de Facebook, si quieren usar Spotify tienen primero que crearse cuenta en Facebook. No pasa nada, si solo uso el Facebook para esto no hay problema. ¿No? Sigan leyendo…
La guinda del pastel es Facebook Like. Hace unos meses, un montón de sitios Web (periódicos, por ejemplo) incorporaron unos simpáticos botoncitos en sus artículos diciendo «Like». La idea es que personas que usan Facebook lo tengan más fácil para compartir con sus allegados lecturas y recursos que son de su interés. El problema viene en la traza que hace Facebook de las páginas que incorporan dicho botón (TANTO SI PULSAS EL BOTÓN LIKE O NO). Si tienes cuenta de Facebook y la has usado desde tu ordenador, es muy probable que tengas una cookie en el escritorio con tu nombre de usuario. Bien. Cuando visitas un artículo de La Vanguardia con botón Like, Facebook consulta esa cookie y se apunta que tú has leído ese artículo. Esto INCLUSO SI NO TIENES SESIÓN ABIERTA EN FACEBOOK EN ESE MOMENTO. Pero hay más todavía, amiguitos. Si tú no usas Facebook, no tienes cuenta ni nada de eso, al visitar un artículo de La Vanguardia con botón «Like» por primera vez, FACEBOOK TE CREA UNA COOKIE EN TU ORDENADOR, LE DA UN IDENTIFICADOR ÚNICO, y a partir de entonces APUNTA TU HISTORIAL DE VISITAS A ESE IDENTIFICADOR ÚNICO, con lo cual de facto TE ESTÁ CREANDO UN PERFIL CON TU ACTIVIDAD EN INTERNET (más en detalle, en inglés, en thinq_). Ya hay denuncias. Yo he encontrado información sobre una en California y otra en Alemania.
Facebook, eso que el común de los mortales consideran un divertimento sin más importancia, está consiguiendo algo que Google ni remotamente puede alcanzar, y que es lo que verdaderamente debería quitarles el sueño (desde luego, más que la estadística comentada al principio de este post). Lo uses o no, mientras utilices Internet, Facebook sabrá mucho, pero que mucho sobre tu vida digital. «Un terráqueo, un perfil de Facebook» es ya prácticamente una realidad.