La biometría es una ciencia fascinante, porque resalta lo único e irrepetible que es cada ser humano. Se pueden medir los patrones de las venas en la palma de la mano. Las huellas dactilares. El iris. La zancada. La modulación de la voz. Las distancias entre ambos ojos y la nariz; todo ello nos proporciona un valor, una clave (casi) única para cada uno de nosotros.
Claro, que el modo de utilizar la biometría para ciertas cosas, como por ejemplo proteger tu coche contra robos, puede resultar totalmente contraproducente. En 2006 escribimos sobre el pobre millonario malayo al cual, para robar su flamante Mercedes Clase S que requería huella dactilar para su arranque, le cortaron el dedo. ¿Quién no recuerda también la escena de trasplante de ojos en Minority Report, el único modo de que el personaje de Tom Cruise pudiese moverse por las calles sin ser reconocido automáticamente, y así intentar evitar el inminente crimen por el que ya le habían imputado los de la policía del pensamiento?
Vía La Vanguardia me encuentro con este estudio realizado en Japón: reconocimiento de personas según el modo de sentarse en el asiento del coche. Está claro que a nadie le van a rebanar el trasero para robarle el coche, pero predigo que si se extiende este sistema, pasaremos de un simple robo y pérdida de propiedad, a robo con secuestro. Ya saben: la víctima al volante y siendo perfectamente reconocida por el asiento, pero con una pistola apoyada en la sien y recibiendo esa instrucción tan escueta y cinematográfica (será por mal doblaje, será porque solo en las pelis de acción la llegamos a escuchar): «¡conduce!«
El viernes me desperté en una ciudad familiar, pero que no es la mía, tras haber podido dormir apenas unas horitas. Tube a la City para una reunión de trabajo, por la tarde íbamos a un evento donde nos reencontraríamos con una buena amiga japonesa. Saco el teléfono para ver el correo y las noticias, y shock monumental – terremoto y tsunami en Japón.
Hoy martes vivimos la paradoja de que un cataclismo geológico y por lo tanto de incuantificable impacto económico y humano haya quedado minimizado en los medios de comunicación por algo incluso peor, un desastre nuclear que ya se ha colocado como el segundo más grave de la historia. Leo un titular: «La suerte de Japón depende de 50 personas: los operarios que aún no han sido evacuados» y no puedo sino recordar lo que sentí al leer las primeras 20 páginas de la novela de Jorge Volpi «No será la tierra«. En ellas, una descripción de los eventos de Chernobyl desde el punto de vista de los que quedaron al pie del cañón que me hizo llorar a ratos durante semanas.
Es una pesadilla leer un titular tan reminiscente a esa historia que jamás se debería repetir. Es una pesadilla mayor todavía pensar hoy en Japón y no pensarlo en abstracto, sino pensar en nombres y caras queridas.
¿Qué se dice en estos casos? ¿Que solo nos queda rezar?
Hace unos años supe que Microsoft estaba intentando hacer de la consola de videojuegos XBox el corazón de su estrategia de «home computing» y se les había ocurrido un sueño guajiro tan interesante como «enchufarle» aplicaciones de telemetría médica.
No sé en qué quedó todo eso. Lo que sí sé es que en Japón Nintendo va a lanzar el «Wii Fit Karada Check Channel», que, previo consentimiento del propietario de la consola, compartirá con su médico los datos obtenidos con el juego Wii Fit (incluye el peso y el régimen de ejercicio).
¿¿Alguien ha visto La Isla recientemente?? No digo que vayamos hacia ahí… digo que podríamos ir hacia ahí. Hay que vigilar… pienso, mientras miro la llave inteligente que registra mi actividad y pulso cardiaco que apenas me dieron ayer en el gimnasio.
Es lo malo con la información personal. Hoy sabes a quién se la das. Pero no sabes quién la verá en el futuro… ni lo que podrá hacer con ella.
Vía el Times Online.
Esta noticia combina mis dos países-archipiélago favoritos del momento y la tecnología que me ha cautivado en uno de ellos. Por supuesto hablo de Japón, Reino Unido y la robótica.
A través del blog de Kirai me he enterado que la empresa cervecera japonesa Asahi ha creado un robot que sirve las cervezas maravillosamente.
Y a través de TechRadar me entero que este robot ha comenzado a trabajar en la tienda Selfridges de Oxford Street, en Londres.
¡Qué diantres! Si apenas hace un mes me fui a Fukuoka y a Nagoya solo para visitar Robosquare y el Kaikan de Toyota donde vi en acción a los robots de esta empresa (Partner y Robina), pronto me tengo que echar un viajecito a Londres para observar a éste en acción. Total, lo tengo a dos horas y media en tren…
Increíbles experiencias para La Vigi: llegar al aeropuerto de Narita y ser fichada (foto y huellas dactilares) antes de poder entrar al país. Comprarme una tarjeta de transporte RFID (PASMO) para poder tomar el metro. Intentar mandar 4 emails en un cibercafé y tener que registrarme con nombre y número de pasaporte antes de tener acceso a un teclado. Pasear por Ginza y ver que en cada farola, literalmente, se encuentra un tag RFID de aquel famoso proyecto para tapizar de dichos chips el barrio más glamuroso de Tokyo.
Y a pesar de todo ello… he vuelto enamorada de Japón. Ir allá es un viaje al futuro.
Tecnologías de la información y la comunicación, libertad individual, derecho a la privacidad. ¿Cómo lograr que los avances en lo primero no afecten negativamente ni a lo segundo ni a lo tercero?