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Libro: Contra la seguridad. Nos estamos equivocando en aeropuertos, transporte público y otros lugares con riesgo ambiguo

He leido la revisión de la revisión de este libro y tiene pinta de que va a ser interesante.

Against Security: How We Go Wrong at Airports, Subways, and Other Sites of Ambiguous Danger trata el tinglado de seguridad (o teatro de la seguridad en palabras de Bruce Schneier) pero desde el punto de vista de la psicología.

Resumen en una frase: a los no iniciados todos esos scanners les hacen sentir más seguros, lo cual es malo, pero peor es cuando los agentes de seguridad se acaban creyendo ellos mismos su mentira y dejan de usar mecanismos de investigación más efectivos.

A la lista de lectura de estas vacaciones de Semana Santa

Amazon y Correos, historia de un desencuentro

logo de amazon.es
Hace unas semanas, Amazon al fin aterrizó en España y abrió sus puertas en amazon.es. Al llegar casi 14 años después de la puesta en marcha de su primera filial en Europa,, están muy trillados los estudios del impacto que esta empresa tiene en varios sectores de actividad (libreros; empresas de logística o de paquetería, como quieran llamarlas) y se entiende, sin lugar a dudas, que para el segundo el volumen de negocio sube (ahí va un estudio de la OCDE sobre el tema).

Diríase que en España esa empresa paraestatal que es de todos, Correos, se habría preparado para atraer parte de todo ese nuevo tráfico. Porque incluso si no pueden ajustarse a los precios que dicta un cliente con mucha fuerza (Porter’s 5 forces!) y hacerse cargo de parte o todos los envíos de Amazon.es, seguro que podrían beneficiarse del trasiego de paquetes que el asunto de las devoluciones está generando. En el imaginario popular, Correos es más barato que las empresas mensajeras, y la capilaridad de su red de oficinas desde luego hace que sea más accesible a los particulares que tienen que hacer envíos hacia el centro de devoluciones de Amazon.

¿En la realidad? Ahí va mi experiencia personal.

Ubicación: oficina de Correos de mi barrio.

Yo: Quiero mandar este paquete certificado.
Funcionaria de Correos (FC): Pues veo que en la etiqueta de destino que has puesto hay un código de barras (el que requiere Amazon para que la devolución se procese eficientemente). Te lo tengo que tachar para que no se confundan los que manipulan el paquete.
Yo: Pero esto es ridículo. Un empleado de Correos es capaz de distinguir un código de barras de Correos de algo que aparece en la etiqueta que claramente ha pegado el remitente.
FC: Tú haz lo que quieras, pero puede haber problemas y se pierden paquetes por esto, conste que te he avisado.

Y la FC en cuestión no es mala persona, ni tiene mal talante, ni es inflexible, ni nada de eso. Ella en base a su experiencia diaria quería ayudar. Mi paquete se puede perder. Solamente me avisa.

Pero, ¿y sus jefes? ¿Los ejecutivos, responsables de cuenta de resultados que deberían estar como locos intentando generar más negocio? ¿No han visto que esto es una «mina»? ¿Por qué no exigen a los «process owners», jefes de logística y demás, que revisen sus procesos internos para asegurar que no van a «tropezar» con un tipo de servicio que puede convertirse en un buen porcentaje de su actividad? ¿No piensan moverse ni un ápice para asegurar que estos miles y miles de nuevos clientes tengan una buena experiencia con el servicio, aunque sean clientes ocasionales? ¿De qué va esto?

La respuesta esté probablemente aquí. Están demasiado ocupados mirándose el ombligo ¿o quizás creen que Libranda «es la tienda eCommerce que revolucionará este sector en España? ¿Amazon? ¿Amazon Who?

Cerebros electrónicos

Actualmente mi libro de cabecera es Electronic Brains: Stories from the Dawn of the Computer Age, por Mike Hally. Aunque es fascinante leer sobre la época de los pioneros en el campo de la computación (y descubrir joyas como que la primera persona en idear y construir un compilador fue una mujer, Grace Hopper, o aprender sobre el ordenador más loco jamás concebido, el MONIAC o Monetary National Income Analogue Computer, un dispositivo hidráulico que modela sistemas económicos à la Keynes ¡y que sustituye complejos cálculos por flujos de agua, que siguen las mismas ecuaciones!), lo interesante del libro es cómo se gestó y cómo llegó a mis manos. Todo esto con una morriña aguda de la pérfida Albión. Aunque hay muchas cosas con las que no estoy de acuerdo, ¡hay tantas otras que echar de menos de allá!

Una de ellas, la BBC. Corporación radiotelevisiva con unos objetivos claramente especificados de proporcionar servicio al pueblo británico y promocionar la nación y sus productos en el mundo que tiene un talento especial en generar programas de altísima calidad. La joya de la corona, para mí, son los programas de Radio 4, y para muestra un botón: Electronic Brains, precisamente (están disponibles en su página Web).

Un programa así en cualquier cadena de radio española es un sueño guajiro.

Además, al productor del programa le supo mal que se desperdiciara todo el material recopilado pero descartado por obvios motivos de extensión. Ni corto ni perezoso se puso a escribir el libro que ahora mismo está en la mesita de al lado de mi cama.

La cosa no acaba ahí. Hace apenas unas semanas, de vuelta en UK, pasamos por la biblioteca de nuestro ex-pueblo. En las bibliotecas inglesas hay una constante renovación del acervo bibliográfico y los libros descartados se ponen a la venta a unos precios simbólicos. Y es que por aquellos pagos no predomina esa idea de «mejor lo tiro a la basura que bajarle el precio», antes el orgullo que el comercio, tan propia de la piel de toro. En resumen: por mi copia de «Electronic Brains» pagué menos de una libra esterlina. Acceso (semi) gratuito a la cultura incluso en zonas deprimidas. ¡Qué envidia!

Y eso que la primavera es la mejor estación en Barcelona. Cuando apriete el calor echaré a faltar mucho más ese «green and pleasant land» 🙁

Al fin… lector con tinta electrónica a color

No es un secreto que estoy agobiada con tanto libro en casa. La solución la tengo clara desde hace mucho tiempo: solo mantener en las estanterías los libros que aportan valor al ser tangibles (esos tan bonitos de fotografía, los manuales de idiomas, otros materiales de referencia…) y el resto, digitalizados y al disco duro portátil y para leerlos, en el eBook. Todavía no he comprado dicho dispositivo. Mis requerimientos son claros: tiene que ser tinta electrónica (bastante miro la pantalla del ordenador para además dejarme los ojos con una pantalla retroiluminada) y que muestre color. El problema ha sido el nefasto iPad de Apple. Los desarrolladores de eBooks se han quedado congelados, como ciervos ante las luces de un coche, a la espera de la hecatombe predicha por los generadores de ruido y hype. Ni un euro (yen, dólar, yuan) en investigación y desarrollo hasta que pase la tormenta. Bien, afortunadamente alguien ha salido del sopor. La empresa china Hanvon acaba de presentar el primer eBook con tinta electrónica y a color. ¡A ver dónde consigo uno!

Stuff y los modelos económicos sostenibles

Stuff. Cosas, trastos, «pongos», libros, CDs. Poco a poco los vamos acumulando y llega un momento en el cual nos damos cuenta que han invadido totalmente nuestros hogares y nos ahogan con su presencia. Tener muchas cosas pesa, tener un número creciente de cosas en un espacio que no se expande agobia.

Típicamente ese momento nos llega cuando incursionamos en la mediana edad, es decir, cuando nuestro poder adquisitivo está en su nivel más alto, cuando tenemos más capacidad de comprar más cosas. En dicho punto hay solamente tres cosas que podemos hacer: 1. desarrollar un síndrome Diógenes y seguir acumulando hasta el punto de no poder hacer vida normal en casa. 2. incrementar el espacio, es decir, mudarnos a una casa más grande, o 3. cambiar de hábitos de consumo, dejar de comprar indiscriminadamente cosas que ocupan espacio físico y hacerlo solamente en situaciones de sustitución, solo si algo deja de funcionar o se deteriora.

Ahora pensemos en clave de industria editorial. Obviamente, una de las primeras cosas que dejas de comprar son libros: la visión de esas estanterías llenas a rebosar desalientan. Uno descubre la biblioteca pública del barrio, se saca el carnet y descubre el placer de tener a su disposición miles de ejemplares sin que le abarroten el hogar. Y para verdaderos insaciables que no pueden esperar a tener entre sus manos ese texto para el que hay lista de espera, la idea de un dispositivo electrónico que proporciona una experiencia de lectura aceptable, que por muchos libros que contenga no ocupa más espacio, y mediante el cual podamos acceder (sea comprando o de otra manera) a títulos en cualquier hora del día, no puede ser más atractiva.

No obstante, en la edición internacional de El País del sábado, en su suplemento Babelia para ser más exactos, me topé con un artículo titulado «Diseño Inteligente (de libros)» en el que narraban que la lucha de las editoriales «contra el libro electrónico» se centra en un rediseño de las ediciones en papel (nuevas cubiertas, nuevos márgenes, nuevos tipos de letra…) para hacerlas más atractivas a los lectores consumidores.

Entre los culturetas que dirigen las editoriales españolas ¿no habrá estrategas capaces de olisquear el mercado, intentar ver cómo será el mundo en el futuro y adecuar su oferta a dicho futuro? No hay hogar que por problemas de espacio aguante el nivel de adquisición de libros que requiere la industria editorial para sobrevivir. No hay verdadero amante de los libros que sea capaz de tirar unos cuantos a la basura para hacer espacio para más libros. El libro electrónico debería ser la panacea para el sector editorial. ¿Por qué, entonces, lo consideran «el enemigo a batir»? ¿No se dan cuenta de esta grandísima contradicción?

Risk: the science and politics of fear

Lectura muy recomendable: risk. The science and politics of fear, de Dan Gardner. Lo lees, lo entiendes… Y te relajas, porque dejas de preocuparte de millones de cosas.

(Larga vida a Amazon.co.uk: 5 libras en lugar de las 9 marcadas en contraportada, y gastos de envío gratis para UK. En este país compro libros, ¡en España me niego!)