Las economías de escala no fallan: este será el año del RFID

Desde que conozco este tipo de tecnologías (y el primer proyecto relacionado en el que trabajé fue en 2003), los vendedores de soluciones RFID dicen lo mismo: este será el año del RFID. Y sí, poco a poco algunas implementaciones se hacen. Pero generalmente de forma medio escondida, o publicitándolas tras cambiarle el nombre al asunto («pago sin contacto» es un término menos utilizado en las campañas de concienciación pública de los peligros que el RFID entraña para la privacidad), sin que de modo aparente se introduzcan demasiado en nuestro día a día.

Ahora todo va a cambiar.

Si hay una cosa que me sorprendió en China, es la ubicuidad del RFID o «tarjeta sin contacto». Un par de ejemplos:

  • Hoteles de cualquier categoría y número de estrellas han sustituido las llaves metálicas e incluso las tarjetas magnéticas usadas en Europa por tarjetas RFID. Sirven tanto para abrir la puerta como para cerrar el circuito que suministra electricidad a la habitación. ¿Cuántos hoteles debe de haber en China? ¿Cuántas tarjetas se han comercializado? Esto son millones de unidades, una escala que abarata la producción, sin ninguna duda.
  • Las tarjetas de transporte con RFID son imprescindibles en las grandes ciudades. Pude verificarlo en Shanghai, Beijing (Pekín), Hong Kong y Guangzhou (Cantón), que es algo así como decir que el 50% de la población urbana china lleva una en su bolsillo ahora mismo. No solo se usan para pagar en unos sistemas de transporte público intermodales ejemplares, sino como tarjeta monedero en minisúpers (las cadenas que operan en Japón: 7Eleven, Watsons, etc.), para comprar refrescos en máquinas expendedoras en cualquier esquina, etc. Con esto no solo se impone la tarjeta que regala en bandeja de plata la traza de la ubicación de uno mismo en cada momento del día, sino que se dan pasos agigantados para la «abolición del dinero» en pequeñas transacciones (las que todavía no se realizaban con tarjeta de crédito o débito, las únicas que seguían siendo anónimas).

Ahora sí que sí. Hay implementaciones suficientes y a gran escala, hay experiencia suficiente, el perfil del integrador de soluciones RFID «se abarata», así como el precio de los tags RFID y de los lectores, es el caldo de cultivo ideal para que a partir de muy pronto tengamos «RFID hasta en la sopa«. Esto es imparable. Hoy más que nunca se impone exigir una legislación que minimice el impacto a nuestro derecho a la privacidad de este nuevo reguero de datos personales.

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