Escenas habituales en la vida en Inglaterra.
A bordo de un avión:
“Señores pasajeros, a continuación los tripulantes de cabina pasarán a recoger sus donaciones para “Cacharritas Way”, la “charity” que proporciona ayuda y alimentos a los “cacharritas”. Por favor sea generoso.”
En el correo electrónico de una empresa cualquiera:
“Estos son los finalistas de la competición “excelencia en la recogida de fondos para obras benéficas”. Felicidades a nuestros compañeros Pepita, Fulanito y Menganita por haber conseguido recaudar XXXX libras”.
Caminando por la calle principal de cualquier pueblo:
“Ya no quedan tiendas de verdad, todo son los establecimientos de recogida de trastos y venta de artículos de segunda mano de la British Heart Foundation, Cancer Research Trust, Friends of the Animals, Alzheimer Research Fund…”
Otra vez en la oficina:
“Mi primo va a hacer Bunjee Jumping en Isla Reunión para recaudar fondos para la obra benéfica “tal y cual”, ¿querrías contribuir a la causa? Tiene que recaudar 2000 libras como mínimo”.
Al volver al Reino Unido tras unos años de ausencia me he dado cuenta que esta locura excéntrica y hasta simpática que se empezaba a extender a finales del siglo pasado se les ha ido de las manos. Si no cooperas generosamente en el avión te miran mal por insolidario. Si no apoyas económicamente con la causa de las hermanitas cojas de Gales por las cual el primo de tu compañera de trabajo se va (“por el morro”, piensa la latina que soy) de vacaciones exóticas y aventureras eres un tacaño. Me parece muy bien salir a correr 5 kilómetros vestida de rosa para apoyar la lucha contra el cáncer de mama… ¿pero algo tan serio como eso no amerita una línea de financiación más estable y precedible que la buena voluntad de los ciudadanos?
El problema no es que te miren mal si no cooperas. El problema es que la cosa va mucho más allá. Las “charities” han servido de excusa/apoyo perfecto para recortes sociales que son incomprensibles en otras latitudes. Servicios que claramente deberían ser proporcionados por el Estado (del bienestar) tienen que recurrir a las malditas “charities” u “obras de beneficiencia” para seguir funcionando. Ejemplos: El servicio de ambulancias sufre un recorte de gastos tal que si no fuera por la “charity” que la apoya, no podría dar servicio en todo el país 24×7. Y lo mismo ocurre con ¡¡¡el servicio civil de guardacostas!!!
Esto de las “charities” me revienta también porque tiene en realidad tres objetivos claros: 1. Servir de herramienta para limpiar la conciencia de los ricachones atrincherados en sus barrios residenciales que llevarían su Mercedes (o más caro) al túnel de lavado si “un pobre” le tocase la carrocería, 2. Es un negocio alucinante para emprendedores que ven que disfrutan de más beneficios fiscales a través de una “charity” que si montan un negocio y se dedican a trabajar de verdad. La cosa es fácil: montas la “charity”, te pones como empleado a sueldo, tu sueldo es un pastón, y los beneficios de la “charity” (una vez descontado tu sueldo, claro está) los donas generosamente a las viudas de Croacia o la investigación sobre el pulgón de las rosas (lo que, según las noticias en la tele y la fibra sensible del momento, más recaudación te garantice). Y 3. Consigues desgravación por el dinero que das a una “charity”. No puedo llamar a esto blanqueo de dinero, pero sí evasión fiscal con todas las letras.
Es una locura. Me acabo de conectar a Charity Choice y una búsqueda de todas las “charities” del Reino Unido proporciona un resultado de ¡¡11.935 registros!! ¡¡Casi doce mil chiringuitos recaudando fondos para casi doce mil causas distintas!!
Me revienta más todavía porque el efecto secundario (externalización negativa) es que a los gobernantes se les abre el cielo en esto del desmantelamiento del Estado del bienestar. Recortes à go-go, y que los que conducen ambulancias inviertan su precioso tiempo vendiendo lacitos azules a tres libras para completar el presupuesto anual.
Otro ejemplo real… el 7 de diciembre correré una 5k en Liverpool, vestida de Santa Claus , para recaudar fondos para el perro-guía que apadrina mi empresa. Me pido el polvo antipulgas.
Me parece una ironía, es la venganza del refrán más egoísta que conozco: “charity begins at home” (la caridad empieza en casa). Pues toma caridad casera, que se ha convertido en un cáncer que está acabando con la protección que el Estado supuestamente ha de prestar a sus ciudadanos. Solo falta un “credit crunch”, una crisis, para que la gente deje de hacer donaciones y ¡a tomar por saco la investigación contra el cáncer! O el pienso del perro-guía…
Ai tomas cualquier avión de Easyjet, te encontrarás con que «puedes donar lo que quieras/puedas a la Fundación Josep Carreras». Mi pregunta es ¿si este señor NO PAGA IMPUESTOS en este país porqué quiere que le ayudemos? [Además se anuncia pomposamente en radio]
Veamos, si este señor pagara aquí sus impuestos, seguro que muchos investigadores españoles le agradecerían su contribución a la cienca? Si este, como otros conocidos artistas o deportistas, en vez de darse autobombo invirtiera en lo que tiene que invertir, otro gallo cantaría…
Exactamente. Eso es lo que quiero decir que las charities son «lavanderías de conciencia para los ricachones». Y encima desgravan impuestos. Pffff….