¿El derecho a leer? No, el derecho a educarse, versión 2.0

Los más listos de la clase han sabido leer entre líneas (y en El País) de lo que verdaderamente se trata este asunto del portátil para los alumnos de primaria en España. Se va a aprovechar para meter un DRM brutal, un mecanismo a nivel máquina (hardware) que solo permita el acceso a cada libro de texto al alumno que lo tenga asignado y para el cual se ha pagado licencia.

Inmediatamente nos ha venido a todos a la cabeza el cuento de Stallman titulado «el derecho a leer» y en el cual se narra la historia de un estudiante ¿¿de un futuro lejano?? al cual se acerca la chica guapa de la clase para pedirle que le deje por favor leer un texto que él tiene en su ordenador y del que ella, por un motivo que ni recuerdo, no dispone.

Si a todo esto le sumamos que el grupo PRISA se va a tomar por saco con un agujero multimillonario, y que las únicas dos patas de la empresa que no hacen aguas son Alfaguara en Latinoamérica (porque allá en pleno estilo neocolonial e imperialista a la gente le cobran la burrada que les da la gana por una novelita) y sobre todo Santillana-libros de texto escolares, pues esta premura del gobierno por repartir portátiles y al fin implementar el sueño húmedo de los libreros (y aberración para los amantes de la cultura) de forzar que el libro sea de uso unipersonal ya no se antoja tan apresurada.

Yo creo que esto va mucho más allá del derecho a la lectura, porque para mí la situación (eliminando el elemento digital) es un déjà vu, y sé que lo que esta gente se trae entre mano es el derecho a la educación básica. Prepárense para el flashback… Barcelona, finales de los ochenta. En medio de un barrio obrero y a tiro de piedra de otro marginal se erige un instituto de bachillerato… con más aire del pueblo de Astérix que otra cosa. En este entorno, la diferencia entre estar escolarizado o pasarte los días en la calle pateando piedras al sol es en muchas ocasiones que la familia tenga suficiente dinero para pagar los carísimos libros de texto cuando llega septiembre (en México la gente alucina cuando se enteran de que en España son de pago, ¿pero no eran primer mundo?, me preguntan siempre). El director del instituto le pone remedio: logra que los profesores crean sus materiales siempre que sea posible, y solo excepcionalmente se usa libro de texto, que compra la escuela y «alquila» al alumno, que paga una cantidad casi simbólica en concepto de reprografía y uso de esos libros. Los estudiantes solo pueden escribir sobre ellos con lápiz y al final del curso hay un masivo ejercicio de goma de borrar para dejarlos presentables para que los reutilicen los alumnos del año siguente.

El resultado: un año sí, otro también, al director del instituto lo suspenden de empleo y sueldo desde la Generalitat de Catalunya «por malversación», y en consecuencia, un año sí, otro también, vamos a la huelga, cortamos el tráfico en la Diagonal, en la recién inaugurada Ronda del Literal… hasta que vuelven a admitir al director.

Yo de adolescente ya luché por el derecho de mis amigos y vecinos a la educación. Lo que está no ya consintiendo, sino implementando, el gobierno español hace que haya llegado el momento de hacerlo de nuevo.

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