Lo confieso: tengo un iPhone 3G. Me lo dieron en el trabajo hace ya casi dos años y lo he usado muchísimo. He aprendido muchas cosas con él, otras ya las sabía, pero las he confirmado. La más importante: no le des a nadie demasiado poder, porque de esa circunstancia no puede salir nada bueno.
Mucho se comenta por ahí que la excelencia técnica de los productos de Apple viene porque son propietarios de la plataforma completa (tanto el software como el hardware), que controlan como amantes celosos rayando en lo enfermo en el caso de iPhone e iPad a través de la Apple Store (no diré nada nuevo que no se haya dicho ya sobre lo perverso que es dejar en las manos de Steve Jobs la decisión de qué aplicación le meto a mi teléfono y cuál no). No voy a negar ese punto, mejor me abstengo de tocarlo. Lo que sí puedo afirmar por experiencia propia es lo peligroso que es para el cliente ponerlo todo en manos de Apple. Ahí va la experiencia que hemos sufrido miles y miles y miles de personas desde que salió la nueva versión de sistema operativo para iPhone, el iOS 4.
Te «casca» el iPhone y tienes que resetearlo de verdad. Si lo haces con iTunes, Apple ¿casi? te fuerza a poner la nueva versión del sistema operativo. Pones iOS 4 y a partir de entonces el teléfono es un tocho, va lentísimo, y encima se cuelga cada dos por tres. En un cuelgue de esos, reseteas de nuevo y la versión que te encoloman es la 4.02.
Arrancas, intentas usar la Wifi… y ni para atrás. No ve los Access Points sin seguridad. Los que tienen seguridad sí los ve, pero no hay manera de que acepten la contraseña. Lo pruebes las veces que lo hagas.
Te vas a los foros de Apple y todo lo que dicen es que actualices el firmware de tu access point ¿WTF? Te plantas en el Apple Store con una cita de esas en el Genius Bar y el adolescente de turno te coge el teléfono, le pasa un diagnóstico y te confirma lo que te temías: chip de la Wifi irrecuperable. La actualización te lo ha frito (es lo único diferente que has hecho diferente tú, y miles de personas con tu mismo problema). La solución del «genio», sustituir el teléfono. 150 libras del ala. O comprarte un iPhone 4. ¿Reclamar? «Demuestra que ha sido la actualización lo que te ha estropeado el teléfono y no que se te ha caído por ahí».
Conozco bien los términos de «obsolescencia planificada» y «obsolescencia percibida». El primero describe el curioso fenómeno de los aparatos que se estropean unos días después de que caduque su garantía de compra. El segundo, esa extraña fiebre que sufren habitualmente millones de consumidores que les hace dejar de lado todo tipo de artículos, pese a que siguen cumpliendo perfectamente su función, porque «quedan mal» si se les ve con algo «tan viejo» encima.
Pero lo de Apple es una vuelta de tuerca maquiavélica. Al dominar hard y soft, ya no tienen que diseñar sus productos para que al alcanzar una edad determinada sea muy probable que «casquen». Lo pueden hacer «en caliente». ¿Que tengo que subir la cifra de ventas este cuatrimestre para cerrar el año fiscal con unos resultados de puta madre y demostrar de paso que mi nuevo producto es un éxito? «No problemo», ladran los de Cupertino, saquemos una actualización de software en los teléfonos que los rompa, y hagamos así que los clientes que no hayan caído en la «obsolescencia percibida» saquen la billetera.
Desde hace muchos años tengo claro que no me iba a gastar ni un quinto en un producto Apple. Jamás lo he hecho, nunca lo haré. ¡Pero para mí ahora esto es una cruzada!