CNet ha publicado un artículo en el que detallan con precisión los aspectos en que el espectro de productos de Google Inc. pueden suponer un riesgo para la privacidad de las personas (ver artículo completo).
Parece ser que a Google esto les ha sentado bastante mal, puesto que han impuesto un «castigo» a CNet en forma de veto de silencio: no van a conceder entrevistas ni pasar material de ningún tipo a este medio de información hasta el año que viene.
Podría tratarse de una pataleta ridícula (el artículo de CNet daba detalles personales sobre el CEO de Google… encontrados usando el buscador de Google), pero para mí es serio, porque castigo = censura. Si Google tiene miedo es que tiene algo que esconder. ¡Vamos mal!
La revista BusinessWeek dedica la portada europea de su edición actual a los avances registrados en los sistemas de vigilancia desde que iniciaron los «ataques terroristas de Al Qaeda». Dado el carácter de la revista, se trata de destacar la enorme importancia económica que están alcanzando los sectores relacionados. Trata tanto tecnologías de la información (data mining, RFID, el sistema Echelon…) como de biomédicas (identificación por saliva, ¡¡por la zancada!!, grandes caveats del uso de la huella dactilar…) y, para las que todavía están en fase de investigación, cuál es el tiempo estimado hasta su posible explotación comercial.
El único punto del artículo en que se hace una ligera mención a los peligros de la adopción sin condiciones de estos sistemas viene en el siguiente párrafo: «One great worry is that those who stand out from the norm or express unpopular views, minorities, the poor, or just the ill-mannered, may get stomped in new and surprising ways.» Suficientemente elocuente para mí, pero ¿y para el resto de lectores?
Aunque solo sea para tener una somera lista de desarrollos desde el lado biométrico me valieron bastante la pena los 5,60 euros que pagué por la revistilla en el aeropuerto de Frankfurt (acabo de encontrar el artículo en internet, arggggh). Como dicen ellos, «worth a read».
El País nos deleita hoy con la descripción bucólica del nuevo DNI español, el que va equipado con una smartcard. Textualmente se lee: «con la que podrá hacer compras, la declaración de la renta y otras gestiones».
Se rumorea que también nos ayuda a lavar los platos y otras tareas tediosas.
Para nosotros que ya estamos «fichados» y hasta la policía tiene nuestras huellas dactilares, ¿hay mucha diferencia entre el DNI nuevo y el viejo? Más el lunes…
Las autoridades francesas, de la mano de Super Sarkozy, están intentando instaurar en el vecino país una «sociedad bajo vigilancia». Espero que los franceses sigan demostrando su espíritu republicano y sigan desempeñando su derecho de luchar contra lo que consideran un peligro para sus liberdades adquiridas a sangre y fuego.
No me enrollo… quien haya volado al aeropuerto de París Charles de Gaulle sabrá bien que las colas del control de seguridad son im-prezionantes. Ahora las autoridades ofrecen un «acceso directo» a los pasajeros que accedan a que se les reconozca por su huella dactilar. ADP (Aéroports de Paris) les da una tarjeta (no sé si magnética o de smartcard o de RFID). Habrá un acceso específico para estos pasajeros y se supone que pasar por él será más rápido que por las puertas «tradicionales».
A esto le llamo ver si «pican», crear un precedente o «plan piloto» de envergadura para después hacerlo obligatorio.
Por cierto, que Sarkozy también está intentando crear el DNI digital en Francia (con tecnología RFID, hablan de lectores de TAGS que podrían leer los datos del carnet a unos 10 m de distancia, por confirmar). Me dice mi profa de francés (a la que ya tengo totalmente aleccionada y hasta medio paranoizada) que ya se están organizando manifestaciones en contra.
UK nos da siete vueltas al resto de Europa en la «sociedad del»… ¿conocimiento? Quizás también, pero desde luego sí en la «sociedad bajo vigilancia». Nos ganan en cosas como por ejemplo el número de cámaras de CCTV (circuito cerrado de TV) instaladas en la calle. Ahora están como locos para implantar su documento de identidad (que como buenos anglos no tenían), dicen las malas lenguas que con la Oyster Card (un dispositivo RFID que hace las veces de «bonobús») las autoridades de Londres pueden conocer los hábitos de transporte de sus ciudadanos, y ahora esto.
En este caso el objetivo es loable: controlar a los cafres al volante desde «el ojo en el cielo que lo ve todo». ¿Y quién me dice a mí que no van a controlar también dónde esté mi vehículo (y por ende yo) en todo momento para fines ajenos a mis intachables técnicas de conducción?
En el mundo hay muchas cosas que me interesan. Soy un ser humano que vive en sociedad. Y soy informática. Me apasiona la intersección de ambos aspectos, y en este momento estoy especialmente pendiente de los efectos en las libertades personales de los individuos que tiene la nueva hornada de tecnologías de la información y la comunicación. Desde que todos vamos con el móvil a cuestas y allá donde vas hay una red de datos: sea WiFi, sea una red personal (bluetooth), sea el dichoso GPRS; desde que es más barato un giga de disco duro que un paquete de pipas; y desde que parece ser que a todos nos ha dado por hablar en un mismo idioma que diría Gloria Estefan (XML) pues la cantidad de información nuestra que se captura, que se almacena, que se transmite y que se puede cotejar es impresionante.
Desde hace ya un par de añitos envío a un grupo especial de personas todas las referencias al tema que encuentro en prensa, en la web, o donde quiera que sea. Sirva este blog como repositorio de dichas referencias de ahora en adelante, y si además esto genera un debate con sustancia, pues tanto mejor.
Empezamos con uno de ayer…
Tecnologías de la información y la comunicación, libertad individual, derecho a la privacidad. ¿Cómo lograr que los avances en lo primero no afecten negativamente ni a lo segundo ni a lo tercero?