La desaparición del estado del bienestar

Muchas veces enlazo comentarios de Versvs y los comento. Hoy no. Hoy es tan trascendente lo que ha escrito que lo copio y pego y os pido que lo leáis.

El estado del bienestar es una cosa un tanto compleja pero que, en cierta medida, tenemos todos en la cabeza: un estado del bienestar es aquel en el que las personas se dotan a sí mismas de una organización tal (habitualmente personificada en el Estado) que garantiza la protección social para todos los firmantes del pacto (incluso aquellos que aunque quisieran no tienen la opción a no firmar el pacto). Esta protección incluye prestaciones por desempleo, servicio de sanidad, acceso a la educación y a servicios sociales básicos, garantía de los derechos y libertades fundamentales.

En las últimas décadas no cabe duda de que si hay un modelo del bienestar en el mundo ese es el que se desarrolló en la Unión Europea tras la sangrante y atroz primera mitad del s. XX. Es evidente, sin embargo, que de un tiempo a esta parte este estado del bienestar está de capa caída y cada vez garantiza menos los derechos fundamentales (plazos de detención sin cargos cada vez mayores, espionaje estatal a los ciudadanos, cada vez menos derechos para la población -tanto inmigrante como oriunda-). Los signos y los movimientos en este ámbito son numerosos y se suceden de forma constante en el tiempo.

Del empobrecimiento gradual de la población, debido a un aumento del coste de la vida (alimentos, vivienda -tanto en propiedad como en alquiler-) muy por encima del aumento salarial paralelo, a la imposición de un sistema altamente disciplinario, el aumento de la jornada laboral hasta las 65 horas, la reducción de nuestra privacidad, la eliminación del secreto de las telecomunicaciones, y el paso al siempre vigilados. Todo ello pasando por una reducción progresiva de los servicios sociales (con una sanidad privatizada encubierta, con una educación instrumentalizada y una justicia a las que el Estado no dedica en absoluto los recursos necesarios -para que así se convierta en un arma aplicada de forma arbitraria contra aquellos a quienes interese). Y podría seguir con bastantes ejemplos que muchos de ustedes ya conocéis.

Y entonces llegó la crisis. La principal herramienta del poder para imponer medidas que de otra forma serían rechazadas sin dudarlo. Tú ves crisis ellos ven ocasión de hacer negocio a costa de lo que nos pertenecía a todos.

Europa, esa que los euronacionalistas (y a esos les tengo dedicado una reflexión que espero depurar prontito) ven como una entidad civilizada y pacífica, tiene en su currículum muchas de las más atroces guerras que el mundo ha visto. Y estas guerras del s. XX surgieron de las miserias sociales a las que masas de personas desprovistas de toda condición de ciudadano fueron empujadas; surgieron de la radicalización de la política que sólo viene aparejada del miedo a morir de hambre. Y las consecuencias fueron grandes: la instauración de los «documentos de identidad nacional» (en España, por ejemplo, fue introducido durante la dictadura fascista del general Franco) y el cerrojazo a las fronteras y a los movimientos migratorios: es decir, de las crisis de primera mitad del s. XX nació un mundo con fronteras mucho más rígidas y controladas, y con ciudadanos mucho más controlados también dentro de las fronteras.

Mientras tenemos la tendencia a observar Europa como algo estático, ésta está evolucionando rápidamente hacia una sociedad en la que las decisiones no se toman de forma asamblearia (de hecho, las instituciones de poder en la UE no son democráticas) sino por coerción. De la sociedad democrática a un régimen post-democrático, coercitivo y apoyado en la disciplina y el control ejercido sobre las personas.

A la crisis económica de la que tanto se habla, y que muchos comparan ya con la gran depresión del año 1929 que dio alas y disparó definitivamente el fascismo europeo del s. XX, hay que unir sin dudarlo ni un momento el continuo recorte de libertades en Europa y las llamadas xenófobas y racistas, que se producen ya desde la política masiva y que ha perdido el miedo a expresar su racismo y su xenofobia a cara descubierta. Frente a un mundo que gracias a Internet necesita cada vez menos de las rancias estructuras «en corralito» en que se han convertido los diferentes estados, el estado mismo reacciona de forma virulenta y excluyente, haciéndose valer, temeroso de perder su excesivo poder si nadie le hace caso. Temeroso de quedarse en casa el sábado porque nadie lo llame para salir; temeroso de que la gente busque otras cosas diferentes al control estatal de la vida pública y privada.

En el contexto en que occidente afronta una de sus últimas grandes crisis siendo la referencia mundial, hay que volver a considerar las posibles consecuencias que una verdadera globalización, en la que además del dinero las personas hubieran podido moverse libremente por el mundo en los últimos treinta años, habría tenido. Con una ciudadanía europea que no hubiera desaprovechado la oportunidad de llevar a Asia y África mucho más que la libertad para los mercados: la libertad para las personas que viven allí.

Eso nunca sucedió y occidente (Europa, Estados Unidos, Canada, Australia) pagarán carísimo su desdén hacia los ciudadanos de los países en desarrollo, pagarán caro no haberles ayudado cuando lo tuvieron en la mano.

Hoy mismo, en pleno vórtice del hundimiento bancario-demagógico, hemos sabido que la ONU apoya una iniciativa para cambiar los protocolos que rigen la red y que se dificulte/elimine el anonimato en la red. La iniciativa, por supuesto, está apadrinada por China (miembro del consejo de seguridad permanente de la ONU) y parece gozar del respaldo del resto del consejo de seguridad permanente; ya se pueden leer, sin embargo, las primeras reflexiones de rechazo desde el ciudadano de a pie. Está claro que no va a ser la maquinaria de la UE quien se oponga, después de habernos sisado el (otrora sacrosanto) secreto de las telecomunicaciones. Por supuesto, para conseguir esto proponen rediseñar la web, y nosotros ya conocemos dónde se esconde el peligro de rediseñar internet.

¿Cómo habría sido un mundo en que desde 1989 (caída del muro de Berlín y sucesos de Tiananmen), occidente se hubiera esforzado por llevar la democracia no sólo a Europa del este sino también a China? No lo sabemos, pero podemos estimar que quizá tendríamos otras cartas en la mano. Cómo podrían ser si no siguiéramos prestos a salir vestidos de camorrista a mirar mal a todo el que no es como nosotros?

Es difícil jugar a las adivinanzas y no lo haré. Me quedaré mejor en lo que tenemos en la mano. Perdimos el tiempo juntando pitos y el Estado, organizado, ya no quiere mus. Hay que jugar con lo que tenemos o dejar la mesa, y ya saben que jugador de chicas, perdedor de mus. Si de las crisis del s. XX nacieron los DNI, la Stasi, la KGB y las principales agencias de inteligencia europeas y norteamericana, ¿qué no podrá salir de la deriva autoritaria de este occidente podrido?

Este es un post cargado de futuro, de cosas que aún no han sucedido. Pero es que cuando escribimos sobre el futuro lo hacemos para que éste no suceda. Orwell no escribió 1984 para que nosotros lo viviéramos, por decirlo de alguna forma, sino para evitarlo; seguramente Leif GW. Persson tampoco escribió el declive del estado del bienestar para acelerarlo, pero ahí está su obra. A ver si esta vez tenemos más suerte.

[Por cierto, la petición de China a las Naciones Unidas llega en el momento justo, esta semana se vota en el europarlamento el paquete telecom por el que protestan cada vez más personas y organizaciones y que amenaza con poner internet bajo riguroso y férreo control.]

(Original: La desaparición del estado del bienestar)

3 comentarios sobre “La desaparición del estado del bienestar”

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