«- Un gobierno no puede espiar a su propio pueblo, hijo, ni actuar como carcelero o censor de la opinión y la libertad de su gente. Y mucho menos puede hacerlo una religión, sea la que sea. El infierno del que hablan los libros no está en la otra vida, Farag; está aquí, a este lado, y lo forjan tanto los hombres que se dicen intérpretes de la palabra de Dios, como los gobiernos que restringen las libertades de sus ciudadanos.»
MATILDE ASENSI, El último Catón, p. 401
Si hasta en los bestsellers nos lo dicen…