El año pasado Blockbuster, la cadena de videoclubs que todo lo había invadido, presentó suspensión de pagos. Aha, es por culpa de la piratería, dijeron los acólitos al culturetariado y a la SGAE. Aha, es por haber actuado como dinosaurios y no haberse movido rápido ante un cambio de paradigma, el de la digitalización de los contenidos (streaming de video y tal), dijimos muchos más.
Me he topado con un artículo de la publicación Harvard Business Review que arroja una conclusión que no me esperaba: las discrepancias entre el consejero delegado hasta 2007, John Antioco, y el inversor en serie Carl Icahn que compró la mayoría de acciones cuando Viacom vendió Blockbuster, mataron los planes de alquiler por Internet y recepción en streaming así como los de hacer alquileres por correo estilo Netflix.
Siempre creí en aquello de que «entre toros no hay cornadas». Pues vaya, parece que sí, y debieron de estar fuertes, porque se llevaron a un gigante por delante.