Un pequeño ejemplo de lo difícil que es compaginar el bien común con el bien corporativo.
En el Reino Unido el estado se está gastando ingentes cantidades de dinero en la lucha contra la obesidad. La estrategia es concienciar a la población de que se trata de un problema de salud y que tienen que hacer un esfuerzo para cambiar sus hábitos sedentarios y de alimentación.
Los jueves voy a comer al restaurante del South Cheshire College. Aunque está abierto al público en general, los estudiantes suelen comer en la cantina, así que en la práctica solamente los profesores y personal administrativo lo utilizan.
En medio del restaurante hay una fuentecilla de agua y vasos desechables.
La práctica totalidad de los comensales beben agua durante la comida. Esto en otros países puede parecer lo normal, pero aquí no lo es. Las bebidas carbonatadas (refrescos), o incluso el té o café, suelen ser la bebida que acompaña a los alimentos. Si hay agua gratis, se bebe. Pero si hay que pagar por la bebida, pedir agua natural sin gas ni se contempla.
Todos sabemos el impacto que el consumo habitual de refrescos tiene para la salud. Obesidad y diabetes en muchas ocasiones son directamente imputables a él.
¿No sería una manera facilísima de reducir el consumo de azúcares y productos nocivos para la salud la simple obligatoriedad de colocar una fuentecita de agua en todos los restaurantes y cafeterías?
Con el actual sistema económico, eso es imposible. Porque vivimos en un mundo totalmente hipócrita y esquizofrénico. El ciudadano de a pie debe perder peso, pero sin que se resientan las ventas de Coca-Cola. No es un misterio que muchos restaurantes apenan cubren costes con la comida que sirven y las ganancias vienen pura y simplemente del generoso margen de beneficios en el precio de las bebidas.
¿Salud o restaurantes? ¿Salud o Coca-Cola? Mejor, Coca-Cola, restaurantes, y una población con un permanente sentimiento de culpa por «no llevar un estilo de vida adecuado».
La «crisis» la iniciaron unos banqueros con una avaricia sin límites, unos constructores que pusieron la burbujita, de acuerdo, pero el problema va mucho más allá. Un sistema, el económico, inventado por los seres humanos pero que mantiene alienada a la mitad de la población, y a la otra mitad muriéndose de hambre directamente, no tiene por dónde aguantarse. ¡La manera en que nos organizamos no es la ley de la gravedad de la cual no se puede escapar ni en cohete! Esperemos que ahora sí, nos demos al fin cuenta de que «otro mundo es posible»… y necesario.
¡Qué gran post!
¡Qué gran post!
Y podríamos hacer un post similar con los coches. Tenemos un horrible problema de contaminación y congestión de tráfico. Tenemos a los municipios invirtiendo en campañas mediáticas de «toma el transporte público», «muévete en bicicleta», etc etc. Y el día que la gente deja de comprar coches…. Montilla viajando a Japón para intentar que no escape Nissan, los aragoneses francamente asustados por miedo a que Opel se vaya, lo mismo con Renault en Valladolid, etc etc.
Lo que es bueno para la población (transporte racional, menos contaminación) es malísimo para la corporación.
Quizás, y solo quizás, si las empresas no fuesen estos monstruos acéfalos, ¿serían capaces de hacer la transición de fabricar coches a fabricar bicis de una manera menos traumática?
Mejor escrito, imposible.
El vienés Segismundo y su alumno, el francés Jaques, dirían que nos quejamos de aquello que nosotros mismos promovemos.
Estamos impelidos a seguir haciendo, consumiendo, para que el sistema se siga sosteniendo. Somos la energía de nuestro propio sistema.
Gracias, Laira.
Y es que nuestro mundo se ha convertido en antilógico. ¿Debido a qué extraña regla los restaurantes no pueden intentar obtener la parte principal de sus beneficios con su producto principal, la comida? Dicho de otra manera, ¿por qué la bebida tiene que subsidiar a la comida? ¿Qué tiene de malo cobrar por el servicio o producto que se proporciona? Respuesta: que se hunde el negocio. Lo mismo con los vuelos baratos a 15 euros que se subsidizan con los bocadillos y las cervezas vendidas a bordo. Y es que estamos en el final de una época en la cual solo cuenta el volumen, para lo cual hay que llamar la atención como sea, que el beneficio «ya llegará». Nueva economía le llamaban, yo prefería llamarle «la economía de la atención». Y claro, cuando el beneficio «no llega» (porque no puede llegar vendiendo billetes de avión a 15 euros, ¡si la gasolina para un viaje en coche de Manchester a Birmingham, dos horas, ya cuesta eso!) y el crédito, eso que se concedía a diestro y siniestro basado en «potenciales beneficios», y que permitía que se siguiesen pagando las nóminas y se siguiesen desarrollando nuevos proyectos que quizás no diesen beneficio pero sí «llamaban la atención», se ha secado de golpe……… pues todos al carajo, o al paro, que son dos sitios que se parecen mucho.
No obstante, ¿estás sugiriendo que «la gente» es tan idiota que no se quiere enterar, a pesar de las campañas, de que beber ingentes cantidades de Coca-cola es malo para su salud?
No intentemos traspasar a otros nuestras responsabilidades. Cada uno es responsable de lo que hace con su propio cuerpo. Sí que es cierto que nos influye mucho la publicidad de refrescos, pero también deberían influirnos igualmente las campañas gubernamentales.
Otro enfoque. Aquí en España es seguro que el consumo de agua en restaurantes ha aumentado mucho. Pero el responsable no es el Ministerio de Sanidad sino la DGT… 🙂
PD. Hacía tiempo que el RSS me había dejado de mandar noticias de tu web. La he actualizado y ahora parece que vuelve a funcionar. Un placer estar de nuevo leyendo tus posts.
NO estoy sugiriendo que la gente sea «idiota», ni mucho menos. En eso caigo hasta yo… es el pensar, ¿¿voy a pagar por un vil vaso de agua?? y te pides algo «menos parecido al líquido que sale del grifo». Un agua con gas, por ejemplo.
Pululante, los ciudadanos de a pie tenemos que luchar para contrarrestar el bombardeo constante y focalizado como haz de láser en que se ha convertido el marketing actual.
¿Soy la única que tiene que hacer un esfuerzo para no llenar su casa de «stuff»?
http://www.storyofstuff.com/
Por cierto: te echábamos de menos por aquí, Pululante 🙂
Vigi, hay dos cosas que has dicho con las que no estoy de acuerdo.
En tus reflexiones hablas, en el ejemplo de los restaurantes, de la conveciencia de de obligar a poner una fuente de agua. Lo del agua podría ser una buena idea, pero no lo es lo de obligar a hacerlo. ¿Acaso uno de los problemas a los que nos enfrentamos es la actual tendencia a regular y prohibir hasta los más miseros detalles de nuestras vidas. Lo que hay que exigir es información y educación: el conocimiento. El conocimiento es lo que te hara replantearte todo lo que ya sabes y lo que desconoces. El conocimiento que no te hará mas feliz, ni la vida más fácil, solo te hará más libre. Eva comió del arbol del conocimiento, sintió su desnudez y fue expulsada del paraiso. Desde allí arrastramos el miedo a la libertad.
La segunda es más intrascendente. Te preguntas ¿voy a pagar por un vil vaso de agua?. No creo pagar por el vaso de agua, pago por el servicio y la atención. ¿Acaso no pagas 12 € por una botella de vino que en el supermercado cuesta 4 o 5 €?.
Ya había visto la «Story of Stuff». Es muy buena. Aunque había alguna cosa que me parecía opinable (la tendría que ver entera otra vez), pero en conjunto está muy bien planteada.
Coincido con Teodoro en el tema del conocimiento. La «gente» no se quiere hacer cargo de mejorar su conocimiento y de hacer frente a su libertad: la responsabilidad de tus actos. Vale más seguir comiendo hamburguesas y luego ¡echarle la culpa a MacDonalds! Como tu ejemplo del agua con gas: es tu elección, no eches la culpa al restaurante si luego tienes problemas de salud.
Pululante, en primer lugar yo tengo la suerte de ser meridional y en un día como más fruta y verdura que muchos ingleses en su vida (conozco a bastantes con nombre y apellido a los que no les gusta la fruta, así en general, en la vida la han comido ni piensan hacerlo nunca). Lo mismo con el agua, yo si tengo sed no bebo Gatorade, bebo agua. Así que no te preocupes por mi salud, que está muy bien 🙂
Volvamos al comentario.
En el Reino Unido el 50% de la población adulta y el 25% de los menores de edad padece de sobrepeso. El Reino Unido lanza una campaña de 275 millones de libras (un montón de dinero) para concienciar a la población de cambiar a sus hábitos. La campaña consiste en: anuncios penosos, 4 carteles por la calle y una página Web.
Constatado empíricamente: donde hay una fuentecilla de agua la gente bebe muchísimo menos refresco. Si el gobierno se está gastando una pasta en combatir un problema de salud nacional, ¿dónde ves el problema en que sugiera que se invierta en algo que TIENE UN EFECTO DIRECTO EN EL MODO DE VIDA (porque como es gratis al menos prueban el agua) en lugar de bombardear a la gente con anuncios intentando concienciar de que «estar gordo es malo»?
Teodoro: Sé que al comprar el botellín de agua pago por el servicio, por la electricidad de las bombillas que iluminan y la nevera que enfría, la amortización de la silla donde me siento, el IRPF, el IVA y un montón de cosas más. Pero son mecanismos mentales, qué le vamos a hacer si muchos de nosotros funcionamos así… quizás Laira tenga razón, somos bichos ilógicos y nos encanta fustigarnos 🙂
Si, hay una responsabilidad personal, pero bajo ninguna circunstancia es posible olvidar la responsabilidad empresarial que fomenta un consumismo absurdo y la complicidad gubernamental.
Me gusta lo que escribes: cuidar el peso sin que la Coca pierda sus ganancias. Vil esquizofrenia. Agrego otro ejemplo: el del cigarro. En la Cd. de México el gobierno de la izquierda oficialista obligó a todo el mundo a no fumar en bares, cantinas, restaurantes o cualquier otro lugar cerrado. Pero lo que esta izquierda oficialista no hizo fue meterse ni con la producción de cigarros ni con la industria publicitaria que fomenta el consumo (mientras que la derecha federal hace como que la combate). ¿Resultado? El consumo de cigarros según las últimas encuestas industriales y de ventas va en aumento, sobre todo en aquel sector de la población al que se supone que estas medidas beneficiarían: el que va de los 12 a los 25 años. Los dueños de los sitos cerrados se quejan de la baja de ventas porqué ya no se puede fumar después de comer, y el fenómeno de gente que fuma en las calles (antes de esto, era muy raro ver mujeres en la calle fumando) va en aumento. Pero eso sí: todo esto permíte al gobierno local y federal decir que están haciendo algo para proteger a la gente, se respetan las sacrosantas ganancias de la empresa privada y nadie en realidad se preocupa de la guerra que hay entre narcos.
Linda cosa.
Saludos.
Darío:
Tienes razón en lo que dices, como dicen ustedes en México, tanto Ebrard como Calderón están «tapando el sol con el dedo» con sus respectivas medidas.
Gracias por el ejemplo y saludos.
«Lo mismo con el agua, yo si tengo sed no bebo Gatorade, bebo agua. Así que no te preocupes por mi salud, que está muy bien :)»
Por supuesto no pretendía personalizar contigo. Me expresé mal al intentar usar un genérico «tú». Mis disculpas si te has sentido aludida.
Lo del tabaco. Algo muy importante sí que ha conseguido la medida y es que el que no quiere fumar no se tenga que tragar el humo de otros.
No, pululante, no me sentí ni aludida ni ofendida. Quería diálogo :O y mencionar que eso que para nosotros es tan obvio, para mucha gente no. En olas de calor, ¡la de yayos que se mueren deshidratados en UK porque en la vida han tomado un vaso de agua!