Se fue uno de los buenos… Descanse en paz, Aaron Swartz

Todos han escrito sobre ello. Tim Berners-Lee. Cory Doctorow. Lawrence Lessig. Hay palabras de expertos en informática forense. Por supuesto, ha hablado la familia. Hasta la supuesta víctima de su supuesto crimen, JSTOR, que retiró la denuncia, también ha hecho un comunicado público. El MIT no retiró la denuncia y ahora informa que van a abrir una investigación al respecto. Se ha montado una petición a la Casa Blanca para destituir a la fiscal del caso.

Sí, se trata de Aaron Swartz y su suicidio.

Los hechos son conocidos. Aaron era un gran defensor de que la información fluyese libremente. Ya de adolescente escribió una aplicación Web similar a lo que acabó siendo la Wikipedia; en su juventud se encargó de «liberar» documentación de millones de casos judiciales en Estados Unidos; recientemente fue uno de los activistas más prominentes en la lucha contra PIPA/SOPA, y la última acción; la que finalmente le ha jodido la vida, fue bajarse prácticamente todos los contenidos del sitio JSTOR, que almacena documentos académicos, usando un método muy sencillo llamado «scraping»: escribes un script sencillito que simula que te estás conectando a una página a través de un navegador normal y le das al botón de «guardar» clicando con tu ratón – la gracia de hacerlo en un script es que un ordenador lo puede hacer muchísimo más rápido tantas veces como sea necesario, y lo puso en marcha con un portátil que escondió en un armario del MIT desde el cual se podía conectar a un cable de red.

¿Cuál fue el lado conflictivo de esta acción? Primero, meter un ordenador en un armario sin llave del MIT, segundo, incumplir con los términos y condiciones de uso de JSTOR (sí, ese rollo de páginas y páginas que nunca nos leemos y siempre decimos estar de acuerdo). JSTOR de hecho retiró la denuncia una vez supo qué había pasado, qué había sobrecargado sus servidores. El MIT, para su vergüenza viendo lo severo de la pena que se le venía encima a Aaron, no los retiró. A Aaron le iba a caer todo el peso de la ley, y después algo más: parece ser que a alguien le convino hacer de éste un caso ejemplar, y era prácticamente seguro que le iba a tocar pasar algo de tiempo en la cárcel y antes perder todo su dinero y el de sus allegados intentando evitarlo.

Dicen los expertos que es imposible acharcarle a un solo evento la pérdida de ganas de vivir que precede a un suicidio. Pero también es cierto que hay muchas maneras de matar a alguien. Sea como fuere, hemos perdido a un jovencísimo y talentoso miembro de la sociedad.

Descanse en paz.

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