Hace poco escribimos sobre el fiasco de Infonomía con la sinfonía del milenio versión iPhone, porque lo aprovechamos como ejemplo del riesgo que asume una organización cuando apuesta o invierte por una plataforma cerrada sobre la cual no tiene ningún tipo de control. Pues bien. Hace unos días recibí otro mensaje de la lista de correo de Infonomía, en la cual se informaba que la actividad del grupo dejaba de publicarse en su sitio Web infonomia.com (que se convierte en mero repositorio, imagen congelada de la actividad pretérita) y pasaría a desarrollarse en ¡un grupo de LinkedIn!
Hale, tropezando dos veces con la misma piedra. La información publicada en LinkedIn es de LinkedIn. ¿Qué parte de esa frase no se comprende? Ellos pueden hacer lo que quieran con ella: borrarla, modificarla, vetar a miembros. Pueden cambiar su modelo de negocio y convertir la membresía a LinkedIn en un acto de pago. Incluso podrían quebrar como empresa y con ella se iría a pique el grupo, al quedar sin un espacio para interactuar… Como saben nuestros lectores, este cortomirismo (=ser corto de miras) nos desespera. Desde aquí sostenemos que es importante controlar nuestra presencia en Internet, y no dejarla en manos de terceros que, como decimos, pueden hacer con ella lo que quieran. Y además, hoy en día tomar una decisión de ese estilo ¡no significa que nos convirtamos en un ermitaño digital! Hay maneras de relativa baja complejidad (=cero líneas de código) de integrar nuestro mensaje en las plataformas que hoy están de moda (y mañana ya se verá). E incluso si se tuviese que rascar un poquito de JavaScript o PHP para invocar las APIs de dichos servicios, ¿dónde está el problema para una empresa que se define a sí misma como proveedora de servicios profesionales de innovación?
Así nos luce el pelo. Somos un país donde el visionario no es capaz de pensar en pasado mañana y donde ser innovador es tener cuenta de Twitter y llevarla impresa en la tarjeta de visita.
¡Happy 2012, amiguitos!
Completamente de acuerdo en todo ya lo sabes!!… salvo en eso de «Somos un país…», que también lo sabes 😀
Lo sé, David 🙂 En lo que respecta a lo segundo, son modos de hablar, automatismos si quieres, que todavía no me he quitado de encima. En realidad no son patriotera, aunque sí creo que existen ciertas características que se dan mucho en mi entorno geográfico, y algunas (muchas) de ellas me desesperan. ¡Un saludo! 🙂
No conocía Infonomia pero como es la segunda vez que le dedicas un post, he ido. Lo primero que he echado de menos es el RSS, lo segundo que vi eran «ideas» en forma de post pero sin firma, corporativos. Que hayan llevado «su» comunidad a Linkedin es toda una declaración de intenciones: «os queremos creativos y colaborativos… hasta cierto punto y de cierta manera». La verdadera creatividad y colaboración son del todo incompatibles con ese «hasta cierto punto» pero, aparentemente, del todo compatibles con el modelo de negocio de Linkedin y de Infonomia.
¡Me encanta «cortomirismo»! 🙂
¡Hola Bianka! Pues ya ves, yo en esto de generar términos nuevos soy más anglo «el idioma está vivo» que hispana «con una Real Academia de la Lengua que supuestamente limpia, fija y da esplendor» (eso siempre me pareció la versión upmarket de aquel publicitario «tú pasas el trapo, yo el Pronto» que animó nuestras infancias ibéricas). Ahí te va otro: cortoplacismo, o pensar únicamente en el corto plazo. También lo podía haber utilizado en el post, pero se me hizo demasiado 🙂
Infonomía es la empresa de Alfons Cornella, la persona que acuñó el término «infoxicación» hace ya más de una década. ¡Me consta que la conocéis en Cartograf! 🙂 Gurú pensador en la época del boom de las puntocom. Tuvo su momento. Y me da lástima que en términos conceptuales se hayan atontado tanto con lo 2.0. En fin. Eso fue entonces, y esto es ahora, y ahora necesitamos otras personas con las ideas más claras.
Yo también opino que lo de la ausencia del RSS es de juzgado de guardia.
¡Un saludo!