Las plataformas cerradas y el riesgo empresarial

La tecnología no es neutral y la manera en que se controla denota estructuras de poder. Si decides jugar con plataformas cerradas y muy controladas por el fabricante, sabes a lo que te expones. Eso seguro ha pasado por la cabeza de Alfons Cornella (Infonomía) en las últimas semanas tras el fiasco de la iniciativa Sinfonía 11-11-11. Siento que les haya ido mal, pero a mí me han dado al fin un ejemplo de cariz público para explicar el peligro que se asume cuando se apuesta cuando no tienes control de tu proyecto.

Hace unas semanas los miembros de las listas de correo de Infonomía recibimos un mensaje algo confuso relacionado con la efeméride numérica del 11-11-(20)111. «Algo que contaremos a nuestros nietos», se titulaba la misiva, y en ella se nos invitaba a participar de una «sinfonía sincronizada a nivel mundial». Se trataba de instalar una aplicación en tu SmartPhone que el día 11 de noviembre a las 11 reproduciría la 9ª sinfonía de Beethoven, «todo el mundo a la vez» (El pequeño detalle obviado, que en la Tierra hay un montón de husos horarios y cómo diablos se podía compaginar el «todos a la vez» con «a las 11 de la mañana», no es objeto de esta historia). Ese mensaje ya portaba una bandera roja: «la aplicación para Android ya está lista; la de iOS para Apple iPad, iPod, iPhone está presentada y en breve será aprobada para ser publicada en la App Store».

El 10 de noviembre, día anterior a la efeméride, recibimos otro correo de Alfons Cornella. En este se nos dice que la aplicación para iOS no se ha aprobado y se nos asegura que «no se trata de problema de contenido ni de calidad técnica». Se invita a los usuarios de iPhone a reproducir la sinfonía desde YouTube a la hora acordada.

¡Menudo fiasco! Se quedaron con la aplicación desarrollada e inutilizable, todo debido al sistema de control de aplicaciones para iPhone. Y es que cuando decimos que Apple aplica un control férreo sobre su plataforma, queremos decir férreo de verdad. Microsoft es abierto y flexible en compraración. Existen dos modalidades para distribuir aplicaciones iOS, Una es la distribución Ad Hoc, que solamente alcanza para instalar la aplicación en 100 dispositivos. La otra es la distribución a través de App Store. Para ello tienes que enviar tu aplicación a Apple para que la inspeccionen (en el plano contenidos y en el técnico) y decidan si se puede publicar en la App Store o no. El proceso toma de una a dos semanas, pero podría tomar más. No hay manera de asegurar que una aplicación será aprobada. Ha habido casos en que la excelencia técnica estaba fuera de toda duda, pero Apple ha decidido no aprobarla ya que podría resultar competencia para alguna línea de negocio de Apple. Luego está el tema de la censura. Es famosa la política 0 pornografía que estableció el difunto Steve Jobs, y ya saben que el tema del porno (igual que la seguridad) es siempre la razón esgrimida para que traguemos con medidas de control que pueden ser aplicadas a cualquier otra área. Pero el resumen es: alguien en la sede de Apple en Cupertino decide si eso en lo que has trabajado meses, en lo que te has gastado decenas de miles de euros, o centenas de noches pasadas en vela, es para tirar a la basura.

Comparen a cómo va esto con Windows Phone 7 (y cualquier otra versión de sistema operativo móvil de Microsoft, desde antes de inicio de siglo…). Tú te compras el Visual Studio que toque y desarrollas. Empaquetas tu software en un fichero CAB u otro método de instalación. Te construyes un sitio Web, o cualquier otro mecanismo al alcance a tus clientes o público para que puedan descargarse dicho instalador y leerse las instrucciones que les proporcionas. En esta plataforma, tú como desarrollador controlas mucho de tu modelo de negocio y su cadena de valor: decides lo que creas, cómo lo cobras, cómo lo distribuyes.

Alfons Cornella y el equipo de la sinfonía se pegaron ese batacazo. La app no se aprobó a tiempo, de hecho no se aprobó, y el golpe efectista esperado con su iniciativa resultó por lo tanto muy descafeinado. Me sabe mal por ellos, pero honremos su esfuerzo sacando algo positivo de la situación. Aprendamos todos la lección: si no tenemos la sartén por el mango, corremos un riesgo difícil de controlar.

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