Cuando yo era pequeñita veraneaba con mis abuelos en un cortijo perdido en la Sierra de Alcaraz. Recuerdo con franco cariño cómo esperábamos la visita de Constante. Constante tenía una furgoneta blanca cargada de víveres: fruta, pan, etc. y se dedicaba a vender sus productos en las aldeas y casas aisladas de la zona. Ese día era especial, porque mi abuela, que en paz descanse, consentía a sus nietos con unas tortas de aceite que estaban buenísimas.
Hoy me he acordado de Constante porque en el ABC he leído que debido a las medidas de ahorro que están implementando los bancos (en realidad todas las empresas), cientos de pueblos en España se están quedando sin sucursales bancarias, y lo que es peor, sin cajeros automáticos.
La oportunidad de negocio está clara: si tienes vehículo, ponle un altavoz en el techo, créate una cuenta de PayPal; pasa por la sucursal bancaria que más te convenga y haz un reintegro de bastantes euros; haz la ruta de los pueblos con un ordenador portátil y un pinganillo 3G, y haz tú de cajero. El vecino que quiera efectivo que venga a ti con la tarjeta de crédito o débito; enséñale a hacer un pago con ella hacia tu cuenta PayPal, y tú le das el efectivo en mano, quedándote por supuesto con un mínimo de comisión, algo que no sea abusivo, para que resulte atractivo a los vecinos y lo prefieran antes de pagar gasolina/autobús y perder tiempo en el desplazamiento.
Vale, la idea es peregrina, pero no es más que un ejemplo de que «la ocasión la pintan calva» y que en tiempos de crisis hay que aguzar el ingenio.
…o aumentará la venta de colchones 🙂
Mejor todavía… ¡la de colchones blindados! 🙂