El Twitter de Elon Musk

Elon Musk en Twitter HQ con los devs que se quisieron quedar.

Aquí lo tenemos claro desde siempre: no existe la nube, es el ordenador de alguien más. Lo mismo con las redes sociales. No importa si la propiedad de las empresa que la gestionan es de una sola persona o si ésta cotiza en bolsa. Lo que escribas allá lo usarán los dueños para lo que más les convenga a ellos, con el único límite de lo que les permita la ley.

Yo en lo particular he decidido seguir con mi cuenta en Twitter como si no hubiese pasado nada. Bueno, esto no es del todo cierto, porque la compra en sí y lo que está sucediendo en estas primeras semanas después de la compra está siendo inspiración de los tweets, conversaciones y memes más entretenidos que recuerdo. Lo único extra que he hecho es una copia de seguridad de los veintipico mil mensajes que llevo publicados en 14 años de uso, por si los agoreros aciertan y Twitter se cae.

¿Gestión del archimillonario? El tipo es un show. Desde la entrada a la recepción de los HQ en San Francisco en plan «let that sink in» (juego de palabras intraducible: «deja entrar a ese lavamanos» y «a ver si se hacen a la idea» se dicen igual en inglés) es un no parar. Pero espectáculo aparte, es lo que pasa en cualquier empresa cuando entra a su consejo de dirección lo que se conoce como «accionista activista», alguien que tiene ideas muy claras sobre cómo hacer que la empresa de la que es copropietario puede tener más beneficios. El accionista activista toma el control de la junta directiva, que suele designar a un CEO de su confianza a la cabeza, y es éste quien lo pone todo patas arriba. Creo que Musk tiene un problema en delegar cuando la cosa está peliaguda y ha asumido él mismo ese rol, que va más allá del que le gusta (jefe de ingeniería, I+D y estrategia), quizás de ahí que haya mucho más ruido del habitual en estas circunstancias. Y es que generalmente sí es cierto que en la empresa comprada había fallos de gestión, probablemente mucho apoltronamiento y parálisis y sí es cierto que se podía haber sacado más rendimiento a los activos existentes, pero no olvidemos que el diablo está en los detalles y que darle la vuelta a un mostrenco empresarial toma sangre, sudor y lágrimas. Lo he visto tres veces en mi carrera profesional, eso me hace añadir elementos a esa expresión: infartos de miocardio y entierros. Sobre todo si los cambios son drásticos y los tiempos, breves, como está sucediendo en Twitter.

En el caso de compras y absorciones e empresas, antes de concretar la compra, al que va a abrir la billetera se le da acceso exclusivo a información relevante de la empresa a comprar. En inglés, a ese ejercicio de evaluación se le dice «due diligence». Se te da la oportunidad de echarte para atrás si hay discrepancias de calado entre lo que te «han vendido» y lo que tú averiguas. Y ese es el origen de todos los toma y daca veraniegos entre Musk y Agrawal en relación a los bots, dato muy importante para Musk, porque de un bot no se pueden obtener réditos, aparte de la naturaleza tendenciosa y manipuladora de muchas de las redes de este tipo de cuentas de usuario sin una persona de verdad detrás. Según lo que él mismo publicó, lo averiguado en la «due diligence» no fue del gusto de Musk, por lo que quiso cancelar la compra. De ahí la denuncia de los accionistas de Twitter, que veían cómo se les escapaba la oportunidad de quitarse de encima el muerto de Twitter (empresa hipertrofiada que nunca dio beneficios) pagándoseles la acción a precio de oro, y Musk, que creo tiene una relación sana con el dinero (llegado un cierto punto es un concepto teórico) diría un «fuck it, why not, it’s gonna be a hell of a ride» y recogió el guante. Aquí estamos hoy. Un cambio radical de mentalidad en la empresa, primando la ingeniería y el rendimiento por encima de todo lo demás, y el consecuente cambio de plantilla. Ya para otra queda explicar cuando tras el infarto y muerte de mi jefe (como mencionaba antes, ya llevo tres…), los nuevos gerifaltes me pidieron la evaluación de los técnicos de mi departamento, los listados con el número de líneas de código de cada quién (ya sé…) de los últimos seis meses para que la «limpieza» la decidiese una hoja excel.

Por aquí seguimos el tema con interés y palomitas.