La semana pasada fue noticia la decisión del gobierno catalán de exigir cierto conocimiento del idioma inglés como condición indispensable para obtener el título universitario.
Esta noticia fue bien acogida por la prensa y otros medios, y dominó la conversación en torno a la fuentecilla del agua (y la máquina de café) en más de una empresa. En general la gente decía ¡»qué buena idea»!
A mí en lo particular me parece muy bien y triste a la vez, porque no es novedoso en absoluto. Sin ir más lejos (o yendo muy lejos), la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM , lleva DÉCADAS exigiendo conocimiento del idioma inglés para prácticamente todas sus carreras, e incluso de inglés y francés para las de vertiente más internacional (como Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales). Dicha universidad desde hace DÉCADAS dispone de una escuela de idiomas, el Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras, CELE, donde por un precio simbólico los estudiantes pueden aprender el idioma, o simplemente pasar la prueba de nivel exigida en los idiomas que se requieran para obtener su titulación de estudios superiores (nota: ¡en el CELE enseñan hasta catalán!). Pocas universidades catalanas pueden decir lo mismo. Cuando yo estudiaba ahí, la UPC inició un acuerdo con el Instituto Americano para las clases de inglés… a precio del Instituto Americano. La escuela de idiomas de la Universidad de Barcelona (UB) existe y también cobra precios de mercado, es decir… carísimo. La diferencia entre el enfoque de las nuestras (puro negocio) y el de la UNAM (educación) es evidente. Como lo es la calidad de la formación recibida y la investigación realizada en el seno de estas universidades. La UNAM, la universidad más grande de América Latina, todo y siendo pública y de vocación nada elitista (educación de alto nivel para todos), es la mejor colocada de todas las de países de habla hispana en el ranking anual de universidades en el mundo, en el número 187 en la edición de 2007, cuando la primera universidad española, la Universidad Autónoma de Madrid, está en la posición 249 (la primera catalana, la UB, no aparece hasta el 356).
Dejo de hablar de cómo han tratado lo del idioma nuestras universidades hasta ahora. Ahora toca mencionar el cine en versión original, y aquí hay gran debate. Para mí está tan claro que no hay ni que argumentarlo. Vayan a un país muy parecido al nuestro, Portugal, y comprueben que prácticamente todos los jóvenes portugueses hablan un inglés francamente bueno. Ahora pensad en vuestro entorno en España… no hay color. Y la diferencia principal es la televisión, la nuestra en un castellano excelente, la de ellos en versión original, y por lo tanto mayoritariamente en inglés. Siempre que se saca el tema saltan los que dicen que no hay nada como una película doblada, que nuestros dobladores son los mejores del mundo… (no tan difícil, puesto que es solamente en España, Francia, Italia y Alemania que se da este fenómeno aberrante de modificación de las películas y programas de televisión). Nos dicen que ellos van al cine a entretenerse y no a leer, yo contesto que el cerebro es como un músculo, si no lo ejercitas se atrofia, lo malo es que a veces la gente se enfada al escuchar este razonamiento… encima no es para tanto, no cuesta ni 3 películas acostumbrarse a los subtítulos (si se sabe leer, claro). Luego se dice que acabar con el doblaje acabaría a su vez con una profesión y sus profesionales se quedarían sin trabajo. Pues digo yo que al Estado mejor le saldría darles una pensión vitalicia a los 200 dobladores si con algo tan tonto puede mejorar en varios puntos la competitividad del país. Y luego insisten con que se acabaría con el derecho del espectador a la diversión y a no esforzarse… ¡pero bueno! ¡¡Insisto en lo del cerebro atrofiado!! ¡¡¡¡si ya se ha llegado al extremo de doblar películas en español (de México) al castellano del centro de la península!!!! Por favor, todo país tiene sus modismos, y en toda película en tu idioma pero según se habla en otro país/comunidad autónoma/el pueblo de al lado/etc. tiene alguna expresión que no la entiendes tú, para eso se pone un subtítulo puntual en un minuto concreto de la película, ¡y ya está! qué es lo siguiente, ¿¿los documentales sobre el carnaval de Tenerife, las chirigotas de Cádiz doblados al «purísimo castellano de Valladolid»??
Y cuando hablo del potencial aumento de la competitividad del país si empezamos a poder trabajar en inglés, no hablo por hablar, ni estoy exagerando. En el trabajo lo he vivido demasiadas veces. Nosotros, una multinacional, a veces subcontratamos temas de informática. Y siempre que estoy yo involucrada, me aseguro que empresas españolas presenten oferta, nunca dándoles ventaja a ellos, se entiende, pero sí concediéndoles la oportunidad, porque, ¡qué narices!, a lo mejor mañana soy yo la informática cuya empresa necesita ese suculento contrato con una multinacional. Pues no hay manera, porque el nivel de inglés es tan limitado que estas empresas producen unas propuestas ilegibles y ciertamente impresentables que ni yo atino a comprender incluso probando con las traducciones literales hacia atrás (del tipo «throw to miss» = echar de menos, para que os hagáis una idea). Ahora mismo tengo una en las manos donde a la formación no le llaman «training», le llaman «formation», y donde la palabra análisis («analysis») sale tres veces en un párrafo, escrita de tres maneras diferentes, por aquello de que «alguna de ellas será la correcta».
Imposible que se lleven el contrato. Yo solo soy un voto en esta decisión. Y los demás que deciden, ¿qué van a opinar de una propuesta que ni se puede leer? Esto que explico es una gota del océano que se va a tragar a nuestro país chiringuito y de pandereta. En un mundo globalizado, si no podemos siquiera optar a proyectos internacionales por algo tan estúpido como el idioma, aun cuando se pueda tener una excelencia técnica demostrable, pues estamos fritos. Si no hay cambios ya, pronostico que de aquí a menos de 20 años este país vuelve a ser tan pobre como antes de que llegaran las ayudas europeas.