Ayer estuve probando OpenGoo, la plataforma de software libre de ofimática on-line (estilo Google Docs) que ayer tanto se comentó en la blogosfera. Vale la pena leer la reseña de Versvs para saber responder la siguiente pregunta: Si ya existe GoogleDocs, ¿para qué sirve OpenGoo?
Internet nació libre y distribuida por naturaleza. En la actualidad estos dos atributos están en peligro (o incluso en entredicho, lo cual es peor: la gente ha perdido la noción de por qué la libertad es buena). Por lo de libre, tenemos todo lo que la Unión Europea está intentando legislar a través de sus enmiendas-torpedo. Por lo de distribuida, tenemos al gigante Google, que lo está intentando acaparar todo: el buscador por supuesto, pero además proporcionan las aplicaciones online (la famosa nube): Gmail, Blogger, Google Reader… también intentan poner un pie en el mercado de la banda ancha en sí (la WiFi de San Francisco, los supuestos centros de datos subterráneos por todas partes), como espectacular tenemos noticia del satélite de Google para sus fotos de Google Maps y Google Earth, y finalmente, quien no haya leido sobre su nuevo navegador Google Chrome es que no ha estado en este planeta desde hace 15 días. Conclusión: todos estamos entusiasmados con los servicios gratuitos de Google y los usamos más y más… dándoles tanto control de nuestra actividad online, dándoles tanto poder en todos los mercados involucrados que un día de estos le cambiarán el nombre a Internet, la renombrarán GoogleNet. Y entonces, ¡adiós a la naturaleza distribuida! Google balanceará la carga de sus servidores siguiendo el famoso paradigma «cloud computing» (informática en la nube), y eso es una cierta distribución, pero para lo que importa, nuestra percepción, Internet será una cosa controlada centralmente, será Google simplemente. Si no lo paramos, claro.
De ahí viene mi sueño. Tengo un sueño, como Martin Luther King. Mi sueño es un cielo, Internet, sin un enorme nubarrón gris amenazante sobre nuestras cabezas. Mi sueño es un cielo con miles, millones de nubecitas blancas, como de algodón. Donde cada cual obtenga su «cloud computing», sus aplicaciones online, de una de estas nubecitas: la que más confianza le dé, la que mejor servicio le dé… y que una vez decidas saltar a la nubecita de al lado, ¡que haya nubecita donde saltar! Aplicaciones online sí. Son tan cómodas y prácticas que (a menos que haya un desastre y la conectividad se reduzca drásticamente) no hay vuelta atrás una vez te liberas de las limitaciones de tener tus cosas en un disco duro y tener que preocuparte de hacer que estén disponibles (por ejemplo cargando con tu portátil) cada vez que viajas. Pero ¿vale la pena prostituir el espíritu de Internet solo por tu comodidad? No hay respuesta fácil, y lo bueno es que gracias a iniciativas como OpenGoo NO HAY QUE ELEGIR. OpenGoo nos permite tener miles, millones de nubecitas, con las aplicaciones online dispuestas a ser usadas. Lejos de las garras de Google.
Lo dicho: ayer instalé OpenGoo en lavigi. Mi nubecita blanca es cada vez más potente. Y mediante este post invito a quien quiera probar esta plataforma de ofimática online a que se ponga en contacto conmigo para que le cree una cuenta en mi OpenGoo. Os invito a utilizar mi nubecita en Internet.